martes, 2 de abril de 2013


Todos los días muere una parte de mi, solamente siento el dolor cuando mis sentidos reaccionan.

Escucharte respirar era una de las melodías mas preciosas. Que tu cuerpo lo iluminen las luces y las sombras en la mañana y que te encuentres dividido entre ellas, era el espectáculo de cada despertar. Tus pestañas lagañosas en tu primer abrir de ojos, despegaban el inicio de un nuevo día. Tus bostezos realentizados, tratando de retener los sueños de esa noche. Cada uno de esos detalles era el reír de mi mañana.
Mientras disfrutamos el tiempo correr, nuestras mentes divagaban en un laberinto. Nuestro juego era encontrarnos, pero espiarnos a través de las espinas era una diversión aditiva seductora. Entre medio de las ráfagas, sentir tu perfume en el ambiente, sentir el movimiento de tu cuerpo y hasta la transpiración de él, lograban un éxtasis interminable.
 Cada huella perseguida. Cada pisada no descubrida. Tierra húmeda, huella fresca. 
 Y la melodía era constante, nos llevaba bailando entre las ramas. El cielo oscurecía pero la noche no nos frenaba, excitaba aún más nuestro entretenimiento. Necesitábamos del aire nada mas para poder seguir, todo lo demás estaba en nosotros, en nuestra constante búsqueda.
 Así recorrimos, decoramos nuestros pasillos, pusimos cintas a las flores. Colocamos un papel en el suelo para marcar la dirección. Marcamos la piedra para indicar el punto de encuentro. Encendimos luces para mostrar donde estábamos. Pero nada detuvo que sigamos corriendo, que tratemos de ubicar nuestros pasos. 
 A medida que pasaba el tiempo, nuestro ritmo iba variando. Días detenidos, días caminando, días corriendo, días durmiendo. Gritándonos, callándonos, ignorándonos, necesitándonos. 
 Fue en otoño, fue en invierno, fue en primavera  fue verano. Verano nos encontró. Verano nos mostró. Verano nos terminó. 

 Ya no habían mas flores en el laberinto. Tampoco había laberinto. Tampoco había ramas, ni espinas. No había nada.

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Si te vas no tengo nada, Si te quedas puedo hasta el mundo cambiar, O quizás no habré crecido, dejando mariposas escapar.

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